martes, 12 de noviembre de 2013

Te va a gustar. Te va a cambiar


En el festival Raíz que se hizo en Tecnópolis  había una clase a cargo de Martiniano Molina. Nosotros, ingenuos, creímos que era de cocina, pero fue una sorpresa cuando lo escuchamos hablar.
En todo el tiempo que estuvo en el escenario, lo que menos hizo fue cocinar, sino concientizarnos de cómo con nuestras decisiones, nuestro dinero y con lo que consumimos apoyamos un sistema que no es justo y genera una desigualdad tan amplia que hay millones de personas que no tienen para comer y millones enfermas de obesidad.
Nos volvió a sorprender cuando bajó del escenario, primero con un saludo como si nos conociéramos de siempre y después invitándonos a la primer Expoferia Nacional de la Sustentabilidad.

Vimos el cronograma de charlas y actividades, todos los días había algo bueno por conocer, pero priorizamos el día viernes, ya que queríamos recorrer los stand tranquilos y poder charlar con los expositores.

Era en Berazategui. Hasta ese momento, la única vez que había sabido de ese lugar fue en un cuento de un libro de primaria que me encantaba. Se trataba de un mal entendido entre dos señores, uno quería saber cómo ir a Berazategui y el otro le entendía que quería Ver a Zategui, era genial.

Desde Morón, fuimos con la costera y 2:30 hs. después llegamos muy expectantes. 
Sentimos la misma sensación que cuando éramos chicos y estuvimos por primera vez un parque de diversiones.

Después de un viaje tan cansador lo primero que quisimos visitar fue el baño y como estaba adentro, caminamos entre maracas de botellas colgando, agendas hechas a mano, juegos de madera, comida casera, ropa artesanal, paneles solares, tejidos naturales, pañales de tela y sentimos que no somos los únicos que creemos que es necesario un cambio social, sino que vimos que hay muchas personas trabajando por un mundo más justo y perdurable. 

Hubo una charla muy inspiradora, se llamó: Una manera de ver, por Boy Olmi.
Ahí conocimos un actor principal que trabaja para el cambio de conciencia, muy unido al cuidado del mundo personal, de su entorno y de los que no conoce. 

Y no tuvo mejor idea que concluir la charla hablando con uno de sus guías mas importantes en este viaje, su hijo, un chico de 21 años que decidió rebelarse a lo establecido. El, como muchos de nosotros, se preguntaba porque se aburría en la escuela, y la mayor sorpresa se la dio la facultad, cuando notó que los estudiantes en vez de sentir un interés por las materias, lo que quieren es pasar rápido para terminar, como si la felicidad fuera el fin.
Más identificada me sentí cuando decidió dejarla y empezar a transitar un camino hacia la sustentabilidad, con la suerte de tener a la familia apoyándolo, experimentando una conexión tan interna que cuando uno cambia, inevitablemente modifica  el camino que recorre el de al lado. 
Nos encontramos con un ambiente tan amigable que parecía otro mundo.

El día lo terminamos con varias invitaciones de productores de distintos lugares de Argentina para que paremos en el viaje y compartamos lindos momentos juntos.

Nos fuimos con el corazón contento, sintiendo que es posible vivir en un mundo donde las personas ponen lo mejor en lo que hacen porque son felices. 

Y hacerlo por el bien de todos llena el alma y carga de energías para seguir trabajando por el mundo en el que queremos vivir.
 
El Negro presente en todos lados

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